"La felicidad de cada uno no consiste en esto ni en aquello sino en conseguir y gozar cada uno de lo que le gusta."

Baltasar Gracián prosista del conceptismo barroco

martes, 11 de octubre de 2011

Contexto cultural del barroco

Una palabra clave en la cultura barroca es “desengaño”. Frente al vitalismo y optimismo renacentista, y la exaltación del hombre y la naturaleza, el Barroco supone una postura de desconfianza ante el mundo y un sentido sombrío de la existencia humana.
En el Barroco se toma conciencia de:
a) Apariencia engañosa de las cosas: el mundo es un confuso conjunto de apariencias. Ante este mundo engañoso y cambiante, una actitud es la de la prudencia –y ser prudente, según GRACIÁN, es acomodarse a las circunstancias(prosa DIDÁCTICA)- y otra postura es la de crítica y protesta (literatura SATÍRICA).
b) Brevedad y fugacidad de la vida, y angustia de la muerte: la vida es un tránsito fugaz (“nacer es empezar a morir”, dirá Quevedo). Ante esta realidad se pueden adoptar, básicamente, dos posturas o actitudes: una dará lugar a la literatura de reflexión y didáctico-moral, de tono pesimista (GRACIÁN y algunos poemas de QUEVEDO); otra actitud supondrá una incitación al disfrute de la vida mientras sea posible (continuación del “carpe diem” renacentista, pero ahora de una forma más angustiada) o el evadirse, ya refugiándose en la estética pura (poesía cultista, de GÓNGORA, plagada de recursos formales), ya ofreciendo formas de diversión popular (popularidad del TEATRO).



La fundamentación del racionalismo
El pensamiento racionalista tuvo en el siglo XVII algunas de sus figuras más destacadas: Descartes, Leibniz, Spinoza. Todos ellos relegaron la posibilidad de un saber revelado y defendieron que la razón es la principal fuente de conocimiento humano. De este modo sentaron las bases del racionalismo.

Quienes más influyeron en el pensamiento posterior fueron el físico italiano Galileo Galilei y el matemático francés René Descartes.

Galileo Galilei fue uno de los fundadores del método experimental, A partir de sus observaciones, enunció las leyes de caída de los cuerpos y refrendó la teoría heliocéntrica de Copérnico. Debido a sus conclusiones, Galileo fue sometido a un humillante proceso inquisitorial, en el que se le obligó a abjurar de sus argumentos sobre el desplazamiento de la Tierra alrededor del Sol.
René Descartes fundamentó el racionalismo filosófico y científico. Partiendo de la crítica de los sentidos como forma de conocimiento ha de fundamentarse en la intuición de principios incuestionables; desde ese momento, la razón elabora construcciones cada vez más abstractas, siguiendo un método deductivo. Un arte teatral
En España, la influencia del racionalismo apenas se dejó sentir. En su lugar, se registra una actitud de escepticismo hacia la naturaleza humana, escepticismo que conduce a una visión pesimista del mundo radicalmente opuesta al optimismo renacentista. Un buen ejemplo de esta actitud lo encontramos en Baltasar Gracián, para quien las únicas armas de que se dispone para combatir el estado de crisis y ruina de la sociedad son el individualismo y la desconfianza hacia los demás.
El barroco artístico contrasta abiertamente con el ideal de armonía, proporción y medida que propugnó el Renacimiento.

Las principales características del arte barroco son:

Dinamismo. El artista barroco desea crear sensación constante de movimiento. Frente al predominio de las líneas rectas en el arte renacentista, el Barroco se vale, sobre todo, de la línea curva.

Teatralidad: El artista intenta conmocionar emotivamente al espectador y para ello recurre a procedimientos hiperrealistas. Esta intencionalidad se aprecia, por ejemplo, en la representación de Cristos yacentes y en toda la imaginería sacra.
Decorativismo y suntuosidad: El artista del Barroco atiende por igual a lo esencial y a lo accidental. De ahí su minuciosidad en la composición de pequeños detalles y su gusto por la ornamentación.
Contraste: El artista barroco se manifiesta contrario al equilibrio y a la uniformidad renacentistas. Su ideal es acoger en una misma composición visiones distintas, y hasta antagónicas, de un mismo tema. En los cuadros de asunto mitológico, por ejemplo, los dioses aparecen mezclados con personajes del pueblo.

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